MATANZA
EN LA ULTRADERECHA
La ultraderecha, que incluye a Fuerza
Popular, Renovación Popular, Avanza País y a Carlos Álvarez como juglar del
fujimorismo, es parte del bloque de poder. Conducen las políticas nacionales
desde el Congreso, tienen ministros en el gabinete y controlan el Poder
Judicial, la Fiscalía y el JNE.
Tareas que comparten con los partidos de la derecha, como: APP, AP, Apra, Somos
Perú, etc.
Son hermanos ideológicos en el modelo
económico porque se beneficiaron de la privatización corrupta desde la
dictadura de Fujimori y se reciclaron en diversos partidos. Ahora buscan
prolongar y hacer más corrupta y explotadora esta situación, como se evidencia en la actual gestión económica del
gobierno de su títere Dina Boluarte.
Hablan de liberalismo político; sin
embargo, son la estructura del viejo poder político de las administraciones del
Estado. Los fujimoristas
heredaron estos resortes desde Alberto Fujimori; López Aliaga es beneficiario
de varias privatizaciones en hoteles y ferrocarriles; Avanza País, todavía
desde Hernando de Soto, se ha presentado como una tecnocracia y mesocracia
operadora del neoliberalismo.
La ultraderecha no es nueva, tampoco
disruptiva; es el desgastado y decadente poder del neoliberalismo, que ha trocado sus vestiduras hacia un discurso más
confrontacional. Todos son entenados de Donald Trump, del colonialista Vox de
España y del esperpento Milei de Argentina, que son sus referentes de estos
tiempos.
Son los partidos más populistas y
estatistas; la costra fujimorista solo vive del Estado y del Congreso Nacional;
Renovación Popular, todavía desde Castañeda Lossio, es la burocracia que domina y chupa la teta de la
Municipalidad de Lima; Butters representa a los empresarios informales que
viven del Estado neoliberal y Carlos Álvarez es el bufón mediático de la
televisión y la farándula de claro tinte ideológico conservador e hipócrita.
En el terreno de la moralina, son
comparsa del discurso conservador del Opus Dei, así como de los evangélicos
reaccionarios; pintan sus fachadas y discursos con una moralina farsante e
hipócrita; están contra el
aborto, pero son sus practicantes clandestinos; rechazan toda política del
LGTB, pero muchos de ell@s pertenecen a dicha hermandad caleta, incluidos sus
candidatos presidenciales y voceros públicos.
¿Dónde radican entonces sus
diferencias y matices, por qué se pelean y disputan agresivamente entre ellos
en las elecciones? La respuesta es única y sencilla: se trata exclusivamente de
la prebenda y el beneficio ventajista; quieren seguir cobrando las regalías de
las pocas privatizaciones que faltan. El fujimorismo es una logia de mercenarios de la ultraderecha económica,
que ha rodeado a la madrina de la mafia, que hasta ahora ha cosechado y
disfrutado de las miserias que lanzan los beneficiarios de la mafia: los grupos
financieros, mineros, agroexportadores, entre los fundamentales.
De esa torta nacional y rentista que
ha pertenecido al fujimorismo, quiere su parte el empresario informal y mafioso
de los importadores que representa Butters; así como otro sector empresarial camuflado en la
religión, que busca una torta mayor, por cuanto el patrimonio de esos grupos
religioso-empresariales es cuantioso, como los Sodalicios, que han transferido
sus acciones y capitales a López Aliaga.
Saben que heredar un régimen como el neoliberalismo en crisis y Dina Boluarte es indefendible, requiere una campaña de sobreactuaciones, teatralidad, performance ilimitado, la calumnia y la mentira contra sus adversarios; cuentan para ello los medios de comunicación nacional y sus mercenarios en las regiones.
Junto a la zanahoria, recurren
también a la aplicación del garrote y la violencia desde el Estado, sacando de carrera a: Vizcarra, Sagasti, Antauro
Humala, etc. Interpretan y aplican la ley de acuerdo a sus intereses; así
desconocen derechos de partidos como Unidad Popular en participar en las
actuales elecciones, pese haber cumplido su reconocimiento, etc.
La disputa y la zancadilla solo son
por el momento, hasta la primera vuelta; luego de ella, en la segunda vuelta,
sumarán sus votos y aparatos a la causa común. Por este primer objetivo, uno de ellos quiere
representar dicho bloque de la ultraderecha; considerando que muchos sectores
empresariales, militares, etc. han perdido credibilidad y realidad electoral
con Keiko Fujimori, vienen apoyando a López Aliaga, conforme se puede observar
en todas las encuestas y el contenido de los medios nacionales de información.
El gran temor de la ultraderecha es
que aparezca un disruptivo desde la derecha populista, tipo Martín Vizcarra, y plantee nuevos roles redistributivos del poder.
Liquidado Martín, ahora dirigirán su atención en liquidar a su partido y
buscarán domesticar a otros en la derecha como AP o el Apra.
Propagandísticamente, es grande
también su temor al surgimiento de un rupturista desde la izquierda; para eso siguen usando una campaña anticomunista,
terruqueadora y violentista permanente. Se están curando de salud ante
cualquier sorpresa.
Todavía hay tela y circo en este
sector: Álvarez se disfraza de Zelenski, un bufón como él; Keiko, con un perfil
bajo, solo quiere ser locomotora
de congresistas, se sabe perdedora real; Butters sigue en un concurso de
sabelotodo, mordiendo a sus rivales en homofobia y criollada.
López Aliaga tampoco es el gran líder
y conductor de victorias; su gestión en la Municipalidad de Lima es mediocre y
corrupta; es un típico
representante de una ultraderecha subdesarrollada y acomplejada; con esas
limitaciones no tiene ninguna partida ganada hasta ahora. Felizmente.
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