sábado, 27 de septiembre de 2025

MATANZA EN LA ULTRADERECHA

MATANZA EN LA ULTRADERECHA

La ultraderecha, que incluye a Fuerza Popular, Renovación Popular, Avanza País y a Carlos Álvarez como juglar del fujimorismo, es parte del bloque de poder. Conducen las políticas nacionales desde el Congreso, tienen ministros en el gabinete y controlan el Poder Judicial, la Fiscalía y el JNE. Tareas que comparten con los partidos de la derecha, como: APP, AP, Apra, Somos Perú, etc.

Son hermanos ideológicos en el modelo económico porque se beneficiaron de la privatización corrupta desde la dictadura de Fujimori y se reciclaron en diversos partidos. Ahora buscan prolongar y hacer más corrupta y explotadora esta situación, como se evidencia en la actual gestión económica del gobierno de su títere Dina Boluarte.

Hablan de liberalismo político; sin embargo, son la estructura del viejo poder político de las administraciones del Estado. Los fujimoristas heredaron estos resortes desde Alberto Fujimori; López Aliaga es beneficiario de varias privatizaciones en hoteles y ferrocarriles; Avanza País, todavía desde Hernando de Soto, se ha presentado como una tecnocracia y mesocracia operadora del neoliberalismo.

La ultraderecha no es nueva, tampoco disruptiva; es el desgastado y decadente poder del neoliberalismo, que ha trocado sus vestiduras hacia un discurso más confrontacional. Todos son entenados de Donald Trump, del colonialista Vox de España y del esperpento Milei de Argentina, que son sus referentes de estos tiempos.

Son los partidos más populistas y estatistas; la costra fujimorista solo vive del Estado y del Congreso Nacional; Renovación Popular, todavía desde Castañeda Lossio, es la burocracia que domina y chupa la teta de la Municipalidad de Lima; Butters representa a los empresarios informales que viven del Estado neoliberal y Carlos Álvarez es el bufón mediático de la televisión y la farándula de claro tinte ideológico conservador e hipócrita.

En el terreno de la moralina, son comparsa del discurso conservador del Opus Dei, así como de los evangélicos reaccionarios; pintan sus fachadas y discursos con una moralina farsante e hipócrita; están contra el aborto, pero son sus practicantes clandestinos; rechazan toda política del LGTB, pero muchos de ell@s pertenecen a dicha hermandad caleta, incluidos sus candidatos presidenciales y voceros públicos.

¿Dónde radican entonces sus diferencias y matices, por qué se pelean y disputan agresivamente entre ellos en las elecciones? La respuesta es única y sencilla: se trata exclusivamente de la prebenda y el beneficio ventajista; quieren seguir cobrando las regalías de las pocas privatizaciones que faltan. El fujimorismo es una logia de mercenarios de la ultraderecha económica, que ha rodeado a la madrina de la mafia, que hasta ahora ha cosechado y disfrutado de las miserias que lanzan los beneficiarios de la mafia: los grupos financieros, mineros, agroexportadores, entre los fundamentales.

De esa torta nacional y rentista que ha pertenecido al fujimorismo, quiere su parte el empresario informal y mafioso de los importadores que representa Butters; así como otro sector empresarial camuflado en la religión, que busca una torta mayor, por cuanto el patrimonio de esos grupos religioso-empresariales es cuantioso, como los Sodalicios, que han transferido sus acciones y capitales a López Aliaga.

Saben que heredar un régimen como el neoliberalismo en crisis y Dina Boluarte es indefendible, requiere una campaña de sobreactuaciones, teatralidad, performance ilimitado, la calumnia y la mentira contra sus adversarios; cuentan para ello los medios de comunicación nacional y sus mercenarios en las regiones.

Junto a la zanahoria, recurren también a la aplicación del garrote y la violencia desde el Estado, sacando de carrera a: Vizcarra, Sagasti, Antauro Humala, etc. Interpretan y aplican la ley de acuerdo a sus intereses; así desconocen derechos de partidos como Unidad Popular en participar en las actuales elecciones, pese haber cumplido su reconocimiento, etc.

La disputa y la zancadilla solo son por el momento, hasta la primera vuelta; luego de ella, en la segunda vuelta, sumarán sus votos y aparatos a la causa común. Por este primer objetivo, uno de ellos quiere representar dicho bloque de la ultraderecha; considerando que muchos sectores empresariales, militares, etc. han perdido credibilidad y realidad electoral con Keiko Fujimori, vienen apoyando a López Aliaga, conforme se puede observar en todas las encuestas y el contenido de los medios nacionales de información.

El gran temor de la ultraderecha es que aparezca un disruptivo desde la derecha populista, tipo Martín Vizcarra, y plantee nuevos roles redistributivos del poder. Liquidado Martín, ahora dirigirán su atención en liquidar a su partido y buscarán domesticar a otros en la derecha como AP o el Apra.

Propagandísticamente, es grande también su temor al surgimiento de un rupturista desde la izquierda; para eso siguen usando una campaña anticomunista, terruqueadora y violentista permanente. Se están curando de salud ante cualquier sorpresa.

Todavía hay tela y circo en este sector: Álvarez se disfraza de Zelenski, un bufón como él; Keiko, con un perfil bajo, solo quiere ser locomotora de congresistas, se sabe perdedora real; Butters sigue en un concurso de sabelotodo, mordiendo a sus rivales en homofobia y criollada.

López Aliaga tampoco es el gran líder y conductor de victorias; su gestión en la Municipalidad de Lima es mediocre y corrupta; es un típico representante de una ultraderecha subdesarrollada y acomplejada; con esas limitaciones no tiene ninguna partida ganada hasta ahora. Felizmente.

 

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